Chaquetita, gym, diazepam y tu nombre

Te puede costar dormir, tienes que comer más ligero. Venir cargado de energía. Por supuesto, afrontarlo con positividad. Ayuda que te veas bien, hazte foto y comprueba con esos likes cómo has acertado. La vuelta al trabajo se parece a una mezcla de enfermedad grave y boda. Te puede hacer daño y puede ser para siempre.
Leo que a esta especie de recordatorio anual de que tu jefe es tu biorritmo se le llama rentrée. A tu jefe, ya lo sabes, es a la única persona a la que no puedes dejar en leído, eso está hasta en los haikus de Rosalía. Rentrée como de que lo otro no era normal, que por fin vuelves a lo tuyo, a lo que cuenta, a lo que hay. Desde luego da menos palo que llamarlo vuelta al redil o al sobado ‘se acabó lo bueno’ contradictoriamente acompañado de una sonrisa en la máquina del agua. También es cierto que todos conocemos a quien agosto, el mes de los divorcios, se le hace bola y para quien los ratos sin tener cerca a nadie que mangonear son un domingo de resaca sin liga. El resto, vuelve a mirar el fondo de pantalla que el ordenador de empresa lleva incorporado: una playa, un desierto, unas ruinas camboyanas, por poner. Cualquier cosa que te recuerde que si te portas bien estos diez meses, podrás tener tu parte.
Vuelve la chaquetita, el spinning y el diazepam. Las novedades editoriales, las presentaciones, charlas, eventos. La nueva programación, el networking ya en serio, con un vino. Vuelve tu nombre. La temporada de dar de más, el contador de horas extra de la 19–20.