Chile y Colo Colo, una historia de amor popular
Salvador Allende intentaba profundizar su ‘revolución de vino tinto y empanada’ pero antes que eso, había que asegurar el vaso de leche diario para todos los niños chilenos. En la versión adulta, antes de ir a la mina o al camión, el té y la marraqueta.
Tenía el desayuno popular un secreto: «el té es más dulce y la marraqueta más crujiente si gana Colo Colo».
¿Qué haces con estos comunistas?
1973 fue un desastre para Chile, y también para su equipo más querido. El ‘robo’ arbitral de la Libertadores a Colo Colo no fue nada comparado con el golpe que tres meses después abrió las puertas del infierno en el rincón con mayor tradición democrática del cono sur. Pasaron los años y — esta película ya la hemos visto — el poder militar fue sustituido por el empresarial. Colo Colo trata hoy de zafarse del gobierno de una sociedad concesionaria que, en juicio de colectivos como Colo Colo De Todos, desoye la historia, ensucia el presente y compromete el futuro.
No es en absoluto este otro episodio de lobby de outsiders contra el fútbol moderno desde fuera de las instituciones. Pavel Piña, vicepresidente de Desarrollo Social del club y miembro de Colo Colo De Todos, nos explica el estado de las cosas dentro del gigante chileno.
«Colo Colo quiebra en 2002, y en 2005 entra como concesionaria — durante 30 años — la sociedad Blanco y Negro. Nosotros ya estábamos en contra pero éramos muy jóvenes, empezamos a trabajar en temas sociales y culturales, hacíamos charlas sobre la historia del club y uno fue con dirigentes de Colo Colo. Nos ofrecieron hacer una lista para las elecciones del club, pero nunca nos habíamos planteado eso». En aquel momento aún se llamaban Movimiento 19 de Abril, por la fecha de fundación del club.
Se metieron de cabeza. Asumieron vocación de poder. Pasaron dos elecciones y para las de 2014 «ya más gente nos conocía y las ganamos. Hoy somos parte del directorio del club, pero el problema es que en Colo Colo hay 9 directores, 7 son de Blanco y Negro, porque pagaron, y 2 del club, nosotros«, dice Piña. De esos 7 de Blanco y Negro, se pelearon entre ellos y ahora hay 4 contra 3. «Como nos necesitan, empiezan a ofrecernos cosas. Y nosotros a exigirles cosas».
Colo Colo De Todos quiere más acciones, precios populares para los socios y que estos puedan tener alguna ventaja como entradas en preventa — los más de 1.000 socios del club hoy no tienen beneficio ninguno — . «Hay algún compañero más a la derecha a quien sus allegados le dicen ‘oye, qué haces con estos chicos que son comunistas’ . Y él responde que somos los únicos que defendemos al club», cuenta Piña, que también habla del sentimiento creciente de rechazo contra la concesionaria entre la afición. «Hoy Colo Colo sale campeón y todo el estadio canta contra los dirigentes».
El Colo Colo del que habla Piña no es un equipo de fútbol, sino un colectivo social orgulloso de su historia.
Los locos de Arellano
Para empezar, a cada jugador que llega al club, le hacen un recorrido por el estadio enseñándole su historia. No importa su trayectoria, hace poco veíamos al internacional argentino Agustín Orión atendiendo la lección de un compañero de Piña. «Algunos como Orión se hacen socios y nos piden libros sobre el club», cuenta orgulloso. «Los jugadores deben saber quién vistió esta camiseta antes y lo que significa para un montón de gente».
El equipo se funda en 1925 casi en base a una reivindicación sindical. Los padres de Colo Colo integraban el Magallanes, «que había jugado contra equipos argentinos y uruguayos y se daban cuenta de la diferencia de profesionalidad. Querían duchas, que los dirigentes no se emborrachasen… Los dirigentes les dijeron ‘si no les gusta, váyanse’. Y crearon Colo Colo. Un equipo que viajaba, que ganaba y que era cercano a la gente», ilustra Piña, a la vez que advierte que «nada en Colo Colo es casual».
Habla de «la camiseta blanca por la pureza de las intenciones, pantalón negro por la sobriedad de las decisiones en los procesos». «En ese momento estaban de moda los nombres ingleses como Boca Juniors, River Plate o Wanderers, pero los fundadores buscaron en libros de historia y le pusieron Colo Colo por un líder mapuche de la resistencia contra los españoles. Y el escudo tiene los colores de la bandera chilena porque sus fundadores querían que fuera un club para todos».
«Más de la mitad del país es de Colo Colo», continúa». «Fue el primer equipo que hizo una gira por el Sur, en los años 20». De ahí, además del nombre, su fuerte arraigo entre los aficionados al fútbol de origen mapuche. «Si alguien me pregunta dónde comprar una bandera mapuche en Santiago le diría en el campo, antes de un partido de Colo Colo», afirma Piña, recordando incluso la existencia en el estadio de un colectivo llamado Hinchada Mapuche Antifascista.
También el primer club del país que salió en gira internacional. En ella murió, por un mal golpe mientras jugaba un partido en Valladolid, el fundador David Arellano con solo 25 años. Una banda negra sobre el escudo recuerda al hombre que además popularizó el remate «de chilena». A Piña y sus compañeros, sus oponentes les dicen que son los iluminados, los locos a los que se les aparece Arellano en sueños.
Para 1973, Colo Colo y Chile eran uno.
Las gafas rotas de Allende
Con el allendista Luis Álamos como entrenador, y con jugadores que se fotografían orgullosos con el presidente como el Pollo Véliz, Chamaco Valdés o el Chino Caszely, Colo Colo en el 73 da descargas eléctricas a Chile en forma de partidos de fútbol. La Copa Libertadores está cada vez más cerca, pero la situación en el país es muy grave. La derecha — tras unas elecciones en las que la Unidad Popular de Allende crece incluso aun más — ultima con Washington el golpe de Estado. «Haremos chillar a la economía chilena», le había dicho Nixon al director de la CIA Richard Helms.
A los paros patronales de transporte que cortaban todo suministro para crear descontento se le une una práctica gravísima: la oposición especula, oculta y destruye alimentos. El gobierno tiene incluso que movilizar a las patrullas de las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios. Pero Colo Colo ganaba. El té sabía más dulce y la márraqueta era más crujiente.
«En base a lo que los propios militares le dijeron al periodista Luis Urrutia, en off, era imposible dar un golpe mientras Colo Colo estuviera ganando. Yo estoy de acuerdo, lo que generaba Colo Colo era una locura, había paros de transporte y la gente caminaba cuatro horas para llegar al estadio», señala Piña.
Llegó la final y Colo Colo no perdió. Como al gobierno de Allende, le perdieron. Un gol en contra ilegal, otro anulado a Caszely cuando estaba habilitado por hasta cuatro defensas: la Libertadores se esfumó contra Independiente.
De Chile quedaron las gafas rotas del presidente, más de 1.000 desaparecidos, 2.300 asesinados, 200.000 exiliados, hogueras de libros quemados -algo que no se veía desde los nazis- y la utilización del Estadio Nacional como campo de concentración.
Libertadores liberadora
La dictadura no solo atropelló derechos humanos y entregó al país a los bancos mundiales, también trató de usar en su provecho al equipo albo. Tanto que de Colo Colo se acabó diciendo que era el equipo de Pinochet y que fue el militar golpista quien prácticamente les construyó su nueva casa tras el Nacional, el Estadio Monumental. Este se inauguró en 1975 pero, sin servicios básicos, no pudo ser utilizado hasta 1989.
«Pinochet, cuando el plebiscito del 88, promete 300 millones de pesos para terminarlo, pero hay que decir que el estadio se empezó a construir en 1950. Los trabajadores llevaban sacos de cemento y empezaron a construir el estadio ellos mismos. Fue una casa que nos costó mucho hacer, no llegó el dictador y nos hizo un estadio«, defiende Piña. «De hecho, el estadio estaba pensado para el mundial del 62, pero los recursos estatales no alcanzaron por el terremoto de Valdivia». El más fuerte de la historia: 9,5 Richter.
El pueblo chileno dijo NO a la dictadura en el mencionado plebiscito, con la participación clave de Caszely y de su madre, torturada por la dictadura –siempre se sospechó que tras negarle el futbolista el saludo al dictador en La Moneda. Muerto políticamente el momio, Colo Colo conoció su época dorada en los 90. «Las grandes campañas de Colo Colo coinciden con grandes procesos en el país. El equipo generó la primera alegría popular post-dictadura. La final de la Libertadores del 91 es lo más visto de la historia en televisión en Chile: Colo Colo campeón de América. Fue mucha locura, mucho impacto».
Piña se lamenta de que en Chile, «a diferencia de Argentina, todavía hay gente que tiene espacio en televisión para hablar bien de la dictadura». Pero algo está cambiando, admite. Si en el país vecino la mayoría de clubes apoyan que no haya impunidad a los represores –como vimos hace poco contra la Ley del 2×1 a genocidas-, en Santiago «a las marchas políticas va gente de Colo Colo como hincha de Colo Colo, esos chicos no van convocados por partidos u organizaciones, pero sí hay en el 1º de Mayo a lo mejor 1.000 personas que van allí como hinchas«, señala Piña.
Transar
El fútbol ha cambiado en Chile, y no solo por los títulos de su selección, que lleva tres finales seguidas. Cuando La Roja ganó la Copa América en el Estadio Nacional hace dos veranos, no estaba solo saldando una deuda con la memoria histórica.
«Las entradas en Chile son caras, los precios están liberalizados. Ver a la selección es ridículo, una entrada te puede salir por un sueldo mínimo. La gente que va a la selección no es la gente que suele ir al fútbol normalmente, es más como quien va al Lollapalooza», dispara Piña. El nivel de la selección y el de la liga nacional parecen un juego de suma cero. Los chicos vuelan enseguida a Europa. Bravo con 23, Alexis con 21, Vidal con 20. Todos de Colo Colo.
«Hablas con un chico de 15 años y te dice que quiere ir a España o Italia a jugar, que ese es su sueño. Nosotros le decimos ‘ya estás haciendo tu sueño, que es jugar en Colo Colo’», afirma orgulloso Piña, mientras recuerda uno de los lemas de la hinchada: «Que sepan los nacidos y los que están por nacer, que Colo Colo no está para ser vencido sino para vencer». Es la adaptación de una del Che.
Para ellos eso es tan importante como «que el club vuelva a ser de sus socios, que sea un ente democrático, que el hincha pueda hacer algo más que gritar en un estadio. Los primeros clubes de fútbol sirvieron para que los trabajadores conocieran cómo funciona el Estado, la política, las asambleas, aunque fuera porque se tenían que acercar al alcalde para usar la cancha».
En esas están Piña y sus compañeros de Colo Colo De Todos en la directiva del club. Conjugando un verbo clave: transar. Transigir, ceder.
«Si no nos metemos ahí, no logramos nada para la gente», dice Piña. «Esto que te digo es una exageración, pero a veces es como Allende con la Unidad Popular: un gobierno inmerso en una transformación social pero con sectores mucho más radicales que le exigían ir mucho más allá y otros que le pedían que se moderara. Hay transas y transas».
Su vaso de leche a los niños, compara, es bajar el precio de la entrada al estadio para las clases más humildes.
[Publicado originalmente en PlayGround Mag en julio de 2017]