Javier Clemente: “Un equipo profesional tiene que ganar. Tiene que poder mantener a sus obreros”

I. LAS MULETAS DEL RUBIO
Fue el enemigo público número 1 de media España en un momento dado. Es difícil de explicar a quien no vivió a mediados de los 90 cómo puede un seleccionador nacional de fútbol convertirse en eso.
Y más cuando hablamos, con los números en la mano, del mejor entrenador de la rojigualda en décadas. Javier Clemente (Barakaldo, 1950) llevó a España a cuartos de final en el mundial de EEUU’94 y la Euro de Inglaterra’96.
“No, no creo que se haya sido injusto conmigo. La federación me trató bien y, sobre todo, los jugadores. Éramos una piña, era una selección muy buena y lo que digan los demás me importa muy poco”, nos dice el que antes de ser enemigo público fue “el Rubio de Barakaldo”.
Porque así es como se conocía a un jugador “técnico, físicamente fuerte y muy trabajador”, como él mismo se define. No muchos pudieron verle en acción: en 1969, visitando la Nova Creu Alta de Sabadell con su Athletic, sufrió una entrada de Ramón Marañón. “Por detrás, a la altura de la rodilla. Tenía el pie apoyado y me rompió la tibia”, recuerda.
Clemente no pudo volver a jugar jamás. Tenía 19 años. “Estuve 5 años intentando recuperarme pero la pierna no respondía”. Fue un lustro a operación por año, hasta que en 1975, con 25 y en muletas, recibió el último adiós del viejo San Mamés. Nadie se imaginaba lo que estaba por venir.
II. RECONVERSIÓN, RATAS, JERINGUILLAS: CAMPEONES
Aquel hijo de trabajador de Altos Hornos de la margen izquierda se hizo entrenador de inmediato. Primero, Arenas de Getxo y Baskonia de Basauri. “Equipos de pueblo”, dice. Después los cachorros del filial del Athletic. En 1981, con 31 años, se convirtió en entrenador del primer equipo.
Clemente apostó fuerte. Hizo titular a un joven portero de 20 años, Andoni Zubizarreta. El entrenador encontró la poción: un equipo de hinchas del Athletic que a la vez eran futbolistas. Urkiaga, Goikoetxea, Urtubi, Dani, Argote, Sarabia… En 1983, el Athletic fue campeón de Liga 27 años después.
“El ambiente en Bilbao era sensacional. Más bien impresionante”. El segundo adjetivo que usa Clemente es más ajustado a la realidad. Se invadieron las pistas del aeropuerto de Sondika a la llegada de los jugadores. En la universidad se declaró “la huelga del alirón” liguero. Un millón de personas acompañaron al equipo mientras saludaba en la gabarra por la ría de Nervión.
Los números 1 no estaban en el fosforescente Madrid de La Movida, sino en el Bilbao de la reconversión industrial, las ratas, el rock radical y las jeringuillas.
Al año siguiente, doblete. Liga y Copa, con una final ganada al Barça de Maradona. Un partido coronado por unas hostias de escándalo, con el argentino haciendo de karateka y una patada voladora de Migueli que está entre los greatest hits de YouTube.
“¿Equipo duro el Athletic? El que fue duro fue el Barcelona. Pegaron patadas porque perdieron, y todo por una mala reacción de Maradona con un jugador nuestro”, se defiende Clemente. Su época en el Athletic acabó por un encontronazo personal. “Sarabia quería ser titular y para mí no era un jugador imprescindible. Le sacaba en las segundas partes, con los contrarios cansados. No lo aceptó y se alió con un periodista para crear problemas al equipo”.
El Athletic renovó a Sarabia y Clemente salió de su casa con el apoyo del resto de jugadores, 36 años, dos ligas y una copa.
III. JAVIER, ESTÁS DESPEDIDO
Le esperaba el Espanyol, donde llevó al equipo barcelonés a la mejor clasificación de su historia, 3º, y a la final de la UEFA del 87, perdida de manera calamitosa en Leverkusen. El equipo de Clemente se dejó remontar un 3–0 a favor y en los penaltis “no todos los jugadores querían tirar”, recuerda el vasco.
“Sebas Losada era un crío, acababa de venir del Castilla. Me dirigí a él: ‘vas a tirar tú uno’. Y me dijo ‘¿y cómo lo tiro?’. ‘¡Ahí va, pues cómo lo vas a tirar! ¡Pégale al balón y ya está y no te preocupes’”, le contesté. Le pegó tan fuerte que casi lo sacó del estadio”.
No se ríe demasiado contando una anécdota que fue el principio de una segunda fase de carrera marcada por las dificultades. Tras vender jugadores que él había fichado y unas declaraciones según él malinterpretadas en las que el Espanyol consideró que menospreciaba a los jugadores, le echaron.
Después, otro banquillo caliente. El Atleti de Jesús Gil. Duró 240 días. “Jesús era muy buen tío, pero en aquella época no sabía mucho de fútbol, por perder un partido cambiaba de entrenador. A mí me cesó yendo segundo en Liga, le dio igual. Perdimos en Pamplona y como pensaba que aquel partido había que haberlo ganado, me echó”.
IV. LA GUERRA CIVIL DEL TRANSISTOR
Poco después, en 1992, Clemente era nombrado seleccionador nacional. Prácticamente a la vez había estallado la guerra radiofónica deportiva, José Ramón De La Morena contra José María García, que marcaría la España de los 90, la de Clemente.
Lo que en principio fue una lucha por la audiencia acabó convirtiéndose en una serie de vetos, mofas e insultos mutuos que alcanzó su punto más grotesco en un muñeco que simulaba ser García ahorcado y quemado por Ultra Sur en el Bernabeu.
Clemente era colaborador de García y acabó envuelto en la bronca. “Posiblemente De La Morena tenía celos o envidia. Me enfrenté a él porque mentía y me insultaba. En una ocasión, me cortó el micrófono. Y yo a eso no juego”, recuerda hoy. De La Morena le acusaría de ser un “lacayo” de García, a quien consideraba que Clemente le debía “un puesto por el que se lleva 80 millones de pesetas al año”.
La salida, también en cuartos, ante los anfitriones en Inglaterra’96, no templó los animos de cierto sector con la selección. Se habló también de motivos políticos. “Yo soy del PNV, soy nacionalista. A alguno igual sí le molestaba, pero las críticas creo que eran más por manías personales y sobre todo porque yo a los periodistas no les dejaba meter el morro en el vestuario. Eso no lo aguantaban”, resume.
En septiembre del 98, una derrota en Chipre fue el final. “No me cesaron”, aclara. “Con el ambiente que se había creado, que hablaban de mi hasta los políticos, lo mejor era que lo dejara. Para evitar problemas a la federación, decidí eso”.
V. A 2ª TRES VECES EN CUATRO AÑOS
Hizo las maletas a varios destinos: Betis, Real Sociedad, Marsella, Tenerife y Espanyol. Todos con un denominador común: estar en apuros. No fue fácil en ninguno. Tampoco cuando en 2005 volvió a casa, a Bilbao. La experiencia fue frustrante. Clemente cogió al equipo siendo último y lo salvó. Preparando la temporada siguiente, fue sorprendentemente despedido.
“Un directivo, Gorka Izagirre, se montó una película. Era del lado contrario al que yo soy, él era de Herri Batasuna. Fue todo un montaje personal. Y hubo un problema con Julen Guerrero, yo le defendía y este directivo no. Me echaron a mí y luego a Julen”, apunta. El entrenador se había quejado de que no llegaban los fichajes que había pedido. Curiosamente dos, Iraizoz y Raúl García, juegan hoy en el equipo rojiblanco.
Durante año y medio, Clemente dirigió a Serbia. A falta de proezas deportivas, conquistó el corazón de la hinchada local con un gesto de profesionalidad. “Me caí con la bici, me rompí las costillas y el médico no me dejaba montar en avión”, cuenta. “Tenía partido en Serbia así que cogí el coche y me hice dos mil trescientos kilómetros hasta Belgrado”. Allí fue recibido hasta por la ministra de deportes.
Los malos ratos siguieron en Murcia, Valladolid y Gijón: Clemente bajó a 2ª 3 veces en 4 años. Lacónico, relativiza. “Llegaba con el equipo casi para descender y no pude salvarles. Peleamos, pero no lo conseguimos”.
Llegó incluso a entrenar a la selección de Camerún, un equipo desecho y compuesto por jugadores de clubs europeos que no querían jugar con su país. ¿Otro banquillo caliente? “¡Caliente pero solo porque era África!”, bromea. Hoy, aunque viva en Zarautz, trabaja en ese continente. Lleva tres años con Libia, a quienes ha hecho ganar el único título, la Copa de África de Naciones, de su historia.
VI. SUPERÁVIT OBRERO
Clemente tiene 66 años. “Cada vez es más difícil que vuelva al Athletic porque no me quedan muchos años para entrenar. Que en el Espanyol sepan también que si algún año pasan momentos malos me tienen, que voy encantado”.
Usa las palabras “comodidad” y “encajar”. No está de vuelta de todo, es más bien un veterano de guerra. Son 40 años entrenando. Escuchando sandeces. Diciendo lo que para muchos son sandeces, también. Eso no quiere decir que se esconda. Cuando a Javier Tebas le llama cáncer del fútbol español, lo hace pronunciando todas las letras.
Deja para el final las dos frases que mejor definen al Clemente actual. “Si hay algún equipo en mala condición y me quiere llevar este verano, miro condiciones y voy”.
En mala condición.
“Un equipo profesional es una empresa. Y una empresa tiene que ganar. Tiene que tener superávit para poder mantener a los obreros”.
Palabra de un hijo de la margen izquierda.
[Este artículo se publicó originalmente el 16 de junio de 2016 en PlayGround Mag]