Marsella: identidad, antifascismo y poder en la grada

Justo al comienzo de Marseille, el folletinesco thriller político de Netflix, el alcalde Gérard Depardieu se sirve una generosa raya de coca en una sala del mismísimo estadio Vélodrome, sale a la tribuna y dice “joder, adoro esta ciudad”.
Todo mientras vemos planos de la afición del OM y el audio se convierte en un grito colectivo. Aux armes, nous sommes les marseillais.
El gigante del streaming no es el único seducido por el simbolismo del club mediterráneo. Mano Negra bajaron hasta la curva sur para grabar allí hace veintitrés años el videoclip de Santa Maradona. El grupo de Manu Chao contó con las facilidades que les dio South Winners 87, uno de los principales grupos antifascistas de Europa occidental y en parte culpables de que una ciudad entera fije su imagen en función de la principal corriente política de la afición del equipo de fútbol local.
Pero…
“Si atendemos a la historia de la ciudad, no podemos hablar de que Marsella sea un lugar naturalmente orientado hacia el antifascismo”, afirma el sociólogo especializado en aficiones Ludovic Lestrelin. “Es una ciudad marcada por importantes flujos migratorios, es un gran puerto y por tanto un lugar de tránsito, con importante actividad industrial desde hace décadas, y la inmigración es una característica que comparte con otras grandes ciudades como París o Lyon. Pero sí es verdad que en el caso de Marsella ha mantenido en la memoria colectiva una imagen de ciudad cosmopolita, de mestizaje”.
La misma ciudad que en las últimas presidenciales — 2012 — le dio un 21,22% de voto a Marine Le Pen, no demasiado lejos del 26 de Sarkozy y del 28 de Hollande, y superando por bastante el 13,83% de Mélenchon y su Frente de Izquierda.
La misma ciudad donde tres simpatizantes del Frente Nacional que pegaban carteles de la candidatura del padre de Marine Le Pen asesinaron a tiros a Ibrahim Ali, un adolescente de 17 años de origen comorense que volvía a casa tras un concierto de rap en 1995. “La extrema derecha está bien implantada en Marsella”, admite Lestrelin. “En las últimas elecciones municipales de 2014, un candidato del FN se convirtió en alcalde de distrito. Y el número de candidatos de origen magrebí en las listas de izquierda y derecha es marginal, como en otras ciudades francesas”.
Y sin embargo, en el imaginario colectivo Marsella es una ciudad de 858.000 personas abierta, progresista y multicultural. La apabullante identificación de sus habitantes con el Olympique tiene la respuesta. Hablamos del único club francés ganador de una Champions y de una entidad socialmente condicionada por su hinchada. Hablamos, también, de un estadio con 6 grandes grupos de animación. “El antifascismo y el antirracismo están presentes en las gradas de Marsella y eso tiene que ver con el nacimiento y desarrollo de sus grupos de animación. Ultras Marseille, nacidos en 1984 y conocidos popularmente como Commando Ultra 84, no dudan en airear su postura política”, afirma Lestrelin sobre el primer grupo ultra francés.
Pero quizá la clave esté en South Winners. “Situados en la curva sur, los Winners nacieron en el 87 por iniciativa de adolescentes del barrio de la Belle de Mai, muchos hijos de migrantes italianos, argelinos, tunecinos o polacos”, indica el sociólogo. “El mestizaje, ya desde el inicio, no es algo teórico, sino una realidad en su vida cotidiana. Esto se reafirmó a lo largo del tiempo con las rivalidades con otros clubes. Es decir, el antifascismo corresponde a una convicción auténtica pero no hay que perder de vista que existen juegos de posición y oposición”.
El punto de no retorno existe, y tuvo lugar en el partido que el OM jugó en París contra el PSG en la temporada 1989–90. “La rivalidad con el PSG es más que deportiva”, cuenta Lestrelin. “Potenciada por los buenos resultados del equipo a finales de los 80, Marsella se convirtió en un lugar de referencia en materia de supportérisme para toda Francia y Europa, especialmente la curva sur y sus tres grupos-motor: Ultras Marseille, South Winners y Fanatics. Paralelamente, las tribunas parisinas, sobre todo la Kop de Boulogne, absorbían muchos jóvenes, y estos querían construirse una reputación en el mundillo. Eran conocidos por su tendencia al enfrentamiento y al combate físico con un grupo importante, Boulogne Boys, y también un grupillo más minoritario pero muy activo y visible, claramente de extrema derecha. A las banderas francesas y cruces célticas que se veían en París se contraponían los símbolos anarquistas y las banderas argelinas, tunecinas o marroquíes de las gradas marsellesas”.
Unos y otros compartían, eso sí, un vestuario muy concreto: las cazadoras tipo bomber negras o verdes.
“La explosión simbólica que marcó a todos fue la accion de los Winners de girarse las bombers en el PSG-OM de la 89–90”, explica. “Por una parte, lanzaban un mensaje de oposición a quienes llevaban las bombers “derechas”, y por otra, al exteriorizar el color del forro, se apropiaban del color naranja, que se convirtió en distintivo del grupo. Después de aquello, la posición antifascista se reafirmó”.
Era una época en la que a los aficionados marselleses se les recibía en ciertos estadios con gritos de ‘Bienvenidos a Francia’. Eso si, no había insultos más directos: para la mayoría de grupos ultranacionalistas franceses eran sinónimo de árabes, y esto a su vez de ratas o alimañas.
“Es así — indica Lestrelin — como los Winners, por un lado, reivindican la independencia y gritan que “Marsella no es Francia”, definiéndose a la vez como un grupo anti-fachos. A las afueras del estadio, sus miembros iban regularmente a la caza de skins racistas. Es algo que explica por qué muchos jóvenes de origen magrebí en toda Francia son del Olympique de Marsella… incluidos algunos que viven en la banlieue parisina”.
El catálogo de grupos en el Vélodrome, todos con un fuerte componente antirracista, se completa con en la curva norte con Yankee Nord, fundada por los hermanos Tonini en 1987, Fanatics (1988), Dodgers (1992) y Marseille Trop Puissant. Este último, “Marsella demasiado potente”, lo fundó en 1994 Patrice de Peretti, conocido como Depé, convertido en el hincha-héroe de la afición marsellesa.
Depé fue quien puso de moda estar en la grada sin camiseta aunque el partido -hecho real- fuese en Berlín a -12º. Fue él, también, a quien el presidente Bernard Tapie entregó la Champions del 93 en la celebración oficial. Cuando murió en 2000 con menos de 30 años los jugadores hicieron un minuto de silencio sin camiseta frente a toda la curva norte, que a partir de entonces lleva su nombre.
“Ser campeones de Europa en el 93 fue la apoteosis de la edad de oro del supportérisme marsellés. El modelo ultra atrajo a muchos jóvenes de la ciudad. Los efectivos crecían: ¡Ultras Marseille ya tenía 1.500 miembros en 1990!” recuerda Lestrelin. Hoy, tanto Ultras como South Winners como Yankee Nord han rebasado los 5.000 afiliados. “Los grupos se hicieron visibles por sus espectáculos en la tribuna, y a mayor número de miembros, crecían las aportaciones económicas. Ultras, Winners y Fanatics llegaron a unirse para implementar sus animaciones en la curva sur y lanzaron su tienda oficial para vender merchandising. Pudieron negociar fácilmente con el club para vender entradas en la curva y así ganar un dinero que les permitió comprar locales, autocares e incluso pagar salarios para algunos miembros”, completa Lestrelin.
El poder de los líderes creció, la prensa les buscaba para entrevistarles sobre la actualidad del club. Se convirtieron en una fuerza política con quien los dirigentes tenían que negociar como si fueran un sindicato.
Para apuntalar el proceso, justo en el 93, meses después de la Copa de Europa, llegó el mayor escándalo del fútbol francés. El presidente Bernard Tapie -que llegó a ser candidato socialista a elecciones regionales y europeas de la época, enfrentándose a Jean-Marie Le Pen, pero con el tiempo ha acabado por apoyar al conservador UMP de Sarkozy- fue acusado de amañar un partido de liga y el OM fue automáticamente descendido a 2ª.
“Con el club lleno de problemas administrativos y judiciales, estos grupos reforzaron su imagen: frente a unos dirigentes frágiles, corruptos y que iban y venían, los supporters encarnaban la estabilidad” señala Lestrelin. En una ciudad donde el OM es una especie de ejército sin armas que libra una batalla cada fin de semana, acababan así por erigirse en guardianes de las esencias los hinchas en forma de comandos de fadas, una voz provenzal para designar a aquellos que, como víctimas de un hechizo, están enloquecidos con una idea.
De vez en cuando, especialmente tras episodios en los que la grada ha sido particularmente explícita — como cuando ahorcaron un muñeco que simulaba ser Mathieu Valbuena, ex-OM y ahora en las filas del archienemigo Lyon — , la prensa nacional y los políticos franceses se preguntan si los ultras marselleses tienen “demasiados derechos”.
Tampoco faltan voces que han tratado de señalar delicadas relaciones en una ciudad emparentada con el tráfico de armas desde la guerra civil española, estación clave en la ruta de heroína entre Asia y América y más recientemente puerto de entrada de hachís norteafricano.
Dice Lestrelin: “Es una cuestión muy sensible porque ciertos líderes tienen vínculos con gente conectada a medios delincuentes o criminales. En Marsella las relaciones sociales son muy porosas. Los grupos generan dinero con la compraventa de entradas y puede haber algo de tráfico de estupefacientes o de desvío de fondos, pero decir que hay mafias que controlan los grupos me parece un abuso. Hay demasiados fantasmas sobre la criminalidad en Marsella”.
Llegados al presente, el rol de la hinchada ha sufrido un fenómeno único dado su caracter político: su institucionalización. “Los dirigentes del OM han sido perfectamente conscientes de que las animaciones, los cánticos y el ambiente son una rasgo distintivo de márketing que da al club una imagen de pasión”, opina Lestrelin, y como bien sabe Netflix.
En el club no dejaron pasar la oportunidad cuando South Winners cumplieron 25 años. El OM y Adidas presentaron una tercera camiseta de color naranja que sorprendió a casi todos y que muchos vieron como un vulgar golpe de marketing. Diseñada por Akhenaton, el líder del grupo más famoso de la ciudad, IAM, llevaba en la espalda una letra escrita por el rapero, Lumières orange. En ella, Akhenaton cuenta que Marsella tiene dos colores.
El azul olympienne como segunda piel y el naranja con el que sus luces nocturnas tiñen las olas del mar.
Si la última parte de la metáfora no se entiende, da igual. Fue una manera poética de decir que toda la ciudad se dio la vuelta a la cazadora aquel día.
[Artículo publicado originalmente el 10 de Marzo de 2017 en PlayGround Mag]