“Mi hijo no era un delincuente, sino un héroe que perdió la vida en 7 segundos”

Ignacio Pato
4 min readMay 3, 2022

La han insultado por dar entrevistas como esta. Los mismos que han dado cobijo en el estadio y las calles de Roma al asesino de su hijo. Hace poco más de tres años, un veterano fascista romano metía una bala en el pulmón de Ciro Esposito, un joven napolitano de 29 años que había ido a la capital a ver jugar a su equipo.

Antonella Leardi sabe que el tiempo no siempre cura. La semana pasada una corte de apelación rebajaba la condena del homicida Daniele De Santis en diez años, quedando así en dieciséis.

“Siento una gran amargura y una gran desilusión. Es como si la vida de mi hijo no hubiera tenido valor”, dice Leardi. Tener que volver a compartir sala con De Santis no ha ayudado. “Duele estar al lado del asesino de tu propio hijo. Esa arrogancia… Siento una gran hostilidad ante él, como ante todos los elementos de extrema derecha. Es además un personaje muy protegido. Le apodan Gastone precisamente por la ‘suerte’ que tiene siempre para escapar de la justicia. ¿Sabes cómo funciona aquí en Italia? Todos saben, todos encubren”.

El 3 de mayo de 2014, poco antes del Napoli-Fiorentina, final de Coppa Italia, Ciro Esposito acude, junto a otros aficionados napolitanos, en dirección a un autobús parado. El vehículo, lleno a su vez de seguidores partenopeos con niños, estaba siendo objeto de un ataque por parte de De Santis y otros elementos. Al cabo de pocos segundos, cuatro disparos. Uno de ellos deja a Esposito aferrándose a la vida en la cama de un hospital durante 53 días.

Para Leardi — y la mayoría de la opinión pública en Nápoles y alrededores — fue una caza al napolitano organizada. “No tengo ninguna duda. Este personaje, De Santis, ya había atacado a otras personas diferentes antes. Siempre he dicho que fue un homicidio con trasfondo de odio, como cuando se ha matado a judíos, gays o gente sin hogar, igual. Y están las propias palabras de Ciro antes de morir, que dijo que había sido una emboscada y que los atacantes llevaban cascos”.

Con Ciro agonizante, las televisiones italianas se dedicaban a repetir la versión por defecto en estos casos. Cosas de ultras, con ese deje clásico de darwinismo cínico. “Mi hijo no pertenecía a ningún grupo ultra. Pero es que aunque hubiera sido un ultra: mi hijo fue víctima de una emboscada. Mi hijo perdió la vida en una emboscada de 7 segundos”, señala Leardi.

El barrio de Leardi, el barrio de Esposito, ponía el contexto adecuado para el cliché. Demasiados cops, demasiadas gomorras en prime time. “La muerte de Ciro sirvió para volver a hablar mal de Scampia. Al cabo de unas horas del disparo a Ciro se decía de él que era un camorrista que había sido víctima de un ajuste de cuentas mafioso en Roma. Que era un delincuente, un ladrón. Dijeron cosas absurdas, asquerosidades. En Scampia somos 90.000 habitantes, no 90.000 delincuentes”.

Todas esas personas, da igual la edad, el sexo y las matemáticas a final de mes que tengan que hacer, conocen hoy a Ciro Esposito.

En vida, es cierto, tampoco era anónimo. “Lo conocían mucho en Scampia por su trabajo en un autolavado. Hasta la policía que iba por allí sabía que era buen chico. También era valiente, recuerdo que con 16 años fue al supermercado vio cómo un ladrón daba un tirón a una anciana para robarle una cadena. Salió corriendo detrás de él y logró devolvérsela a la señora. Ciro estaba pensando en irse a vivir con su novia, porque él todavía vivía con nosotros en casa”, retrata su madre.

Ella trata de mantener vivo su recuerdo de manera activa. Desde la asociación Ciro Vive se promueven toda clase de actos, siempre en torno a la convivencia, la integración y el orgullo comunitario. “Que nadie use el nombre de Ciro como coartada para un episodio violento, quien lo haga lo habrá matado otra vez’” le dijo a toda la ciudad desde el césped del San Paolo. Esta misma tarde la señora Leardi tiene una cita en la cárcel de menores. “Organizamos un partido de fútbol con el equipo Ciro Vive. Siempre que vamos hablamos con los chicos de allí y encontramos historias jóvenes perdidos que han encontrado un camino”. El sábado, habrá concierto de rap en la Piazza Ciro Esposito.

“Primero el libro, luego la película”. La pancarta se vio en la curva de la Roma y era una acusación tan infame como directa a Leardi de lucrarse con la tragedia. Los bloqueos en redes sociales también han sido obligatorios contra este acoso. “Fui madre joven y he pasado toda mi vida trabajando”, responde. “Ciro vivía todavía en casa de sus padres. Ni mi marido, que apenas ha podido volver a trabajar después de aquello, ni yo, nos hemos lucrado: en esta vida solo hemos trabajado y trabajado”.

Antonella enterró a un hijo y en Nápoles nació un emblema. Es un precio demasiado caro para una madre.

“Mi vida antes era la de una mujer feliz”, son sus palabras. Ahora, si habla de justicia, no habla de la terrenal.

“He perdido absolutamente la fe en ella. Solo me queda la justicia divina, porque la humana ha fallado. Es un milagro de Dios que yo hoy pueda hablar contigo. Es él quien me da fuerzas, si no, creo que ahora estaría muerta como mi hijo”.

[Publicado originalmente el 6 de julio de 2017 en PlayGround Mag]

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Written by Ignacio Pato

Política. Periodismo. Cultura Popular.

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