“Muchas chicas me envían mensajes diciendo ‘eres la puta ama, vivan las mujeres’”

Ignacio Pato
6 min readApr 11, 2019

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No es la puerta de entrada para vender la etiqueta del trap català. Eso se quedaría corto para toda la potencia que hay en Bad Gyal.

Ni siquiera dice todo de ella que en dos meses haya colado en YouTube tres temas que son droga.

“No voy a ser tu bitch, no voy a ser tu mami”, advierte en la última. Teníamos muchas ganas de conocerla.

FUEGO

Alba tiene 19 años. Habla. Tanto que se le apaga el cigarro liado cada dos por tres. “Hasta hace 4 días era la loca del pueblo”. Ahora tiene una sonrisa que le hace parecer incluso más joven. Una firmeza, también, a prueba de todo el que tenga la tentación de tratarla de “cría”.

“Desde pequeña no encajaba en las movidas de mi pueblo. O macrodiscotecas o fiestas jipis. Si te sales de las etiquetas la gente no te pilla”, cuenta sobre Vilassar de Mar, la localidad del litoral barcelonés donde vive. Ha venido al barrio del Raval en Cercanías.

“No tengo carnet ni coche, siempre estoy arriba y abajo con la puta RENFE, tío”. Lleva un año queriendo independizarse y venirse a vivir a Barcelona. De momento trabaja para ello. Nos dice dónde off the record. Sus vídeos tienen cada vez más views y no quiere que nada afecte a su curro.

“Salgo del trabajo a las 23.00, me subo al tejado de casa y me pongo a escribir música. Muchas veces molesto, mis cuatro hermanos pequeños están durmiendo”. Estudia Diseño y quiere especializarse en Moda.

“Es una pasta la uni”, dice entre calada y calada. “Sé que no voy a poder pagármela con esto”.

Donde esto quiere decir fuego.

PAI

Noi, a mi em suas tant. Amb mi no et passis ni una mica. Pel barri se sap quin pussy és el que mana. Son frases de Pai. Con ella ha empezado todo. “Es una canción de resentimiento, del rollo estoy frustrada. Frustrada, pero voy a estar bien. Es pai, es dinero, pero en el sentido de cobrar algo que la vida te ha quitado”, cuenta.

Aquí llega una pedrada en la cabeza al tradicional drama post-ruptura. “Sí, vale, me has dejado pero yo tengo muchas cosas buenas para estar bien conmigo misma. En el momento de escribir eso me vino muy bien, de hecho”.

Pai. “Es un idioma que hablo yo, aunque tú no me entiendas. Sabes, al principio mis padres estaban muy rayados. Yo les explicaba ‘lo estoy haciendo porque soy una chica y no hay ninguna chica y lo tengo que hacer’, pero ni puto caso. Ahora ven que me salen bolos y ya lo ven de otra manera y quieren que me vaya bien. Ahora hablamos, me entienden y me ayudan. Me está molando”.

Alba estuvo dos meses buscando alguien que le grabase Pai. “Fui a un estudio, pagué y me lo mezclaron como el puto culo. Todo lo que está llegando ahora viene precedido de no saber ni qué hacer, ni dónde ir. De tener muchos bajones en plan estoy sola y no sé cómo hacer esto”.

Le acompaña su yo de 8 años. La niña que alucinaba con vídeos de Sean Paul, Beyoncé o Destiny’s Child. Después llegaría el reggae, el hip hop, el soul, el reggaeton. Y por último su amor, el dancehall jamaicano, aprendiendo pasos viendo vídeos en su habitación.

“El dancehall tiene una cosa guay, y es que respeta mucho mucho mucho la tradición. Los steps que salen de Jamaica se respetan al 100%. Yo por ejemplo si subo un vídeo no pongo que es dancehall porque a lo mejor es un freestyle mío”, dice.

Y se ríe recordando uno de los comentarios que le dejan en YouTube. ¡Eh, que no eres negra! “Jajaja, ¡ya lo sé!”

INDAPANDEN

Qué cojones es esto. Dadle una fregona ya.

Es uno de los comentarios que Alba puede leer en uno de sus vídeos. “Duele. Hay que ser gilipollas. No te tiene que gustar lo que hago. Pero por ahí no”.

“Estoy empezando y me he encontrado con unas situaciones que… Como que un tío, para grabarte, se espere que tú le vas a hacer algo. Así de crudo. Y yo flipando. Es vomitivo. Este mundo en el que he metido el pie es muy chungo para ser una chica”, cuenta. “Es como los chicos de mi edad que dicen que no son machistas. Que hay que saber tratar a las mujeres. Y luego te salen con estas”.

Identifica rápidamente el “problema”. “Oye, yo muevo el culo porque a mi me gusta hacerlo, no porque tú quieras verlo. Eso tenlo muy claro. Siempre se entiende que si una chica baila lo hace para un chico. Y no”.

“Soy feminista porque quiero la igualdad entre hombres y mujeres, pero no me gusta escuchar que una chica es sumisa porque le gusta arreglarse, estar guapa, sentirse sexy. Eso no es ser menos feminista. Raparte la cabeza no te hace ni más ni menos feminista que pintarte la raya del ojo”.

I és que jo em veig preciosa. Em sento orgullosa. Em miro al mirall i penso que no estic sola canta en Indapanden, combinando autoestima, roneo y sororidad.

Bad Gyal lo está petando. Casi todo el feedback que recibe es positivo, con más cómplices que fregonas. “Hay muchas chicas que envían mensajes diciendo ‘eres la puta ama, vivan las mujeres’. Esos son los que más me llenan”, reconoce.

De hecho, uno de sus próximos movimientos tiene ese origen. “Chanel me escribió. Ella y yo somos blanco y negro, súper distintas, pero vamos a buscar una zona de confort para las dos”, promete. “Es que estamos por encima, las mujeres, y en vez de tirarnos piedras pues nos damos de la mano. Tiene 16 años. Puta jefa. Yo a la Chanel le hacía un monumento.

Hemos comprado un Aquarius de naranja y nos sentamos en un escalón de la calle.

CALLE

Alba menciona a Public Enemy y a Instagram prácticamente en la misma frase. ¿Se fue de la calle el hip hop? “Es que creo que los raperos se van haciendo como más líricos con la edad. Hacen prácticamente poesía, y eso deja de lado todo el rollo de la calle. Quizá el rap se estancó aquí por eso”, afirma.

“Lo que hay ahora es súper fresco. Pim-pam, sonido electrónico y a expresarte. Tienes que estimular, no te olvides. Si quieres hacer algo súper personal, hazlo bien. Pilla una banda de jazz como Kase O y haz una obra maestra. Yo le vi en concierto y lloraba de emoción”.

Nos levantamos, caminamos. Es hora punta de calor húmedo y de fritanga y de pizzas de plástico en el Raval. Alba se ríe cuando recuerda algún comentario en internet sobre su lengua materna. “¿Cómo que ‘en qué idioma canta’? ¡En catalán, un idioma que hablamos en Catalunya!”. Llegamos a la explanada del MACBA, con su vieja guardia de patinadores de 46 años. Con sus traperos de 16.

“Mis colegas y yo salimos por el Raval. Vamos por aquí de latas, acabamos aquí en el MACBA, de hecho. Esta tarde iremos al Marabú que estará allí Ms Nina pinchando”. Y uno, que le saca unos cuantos años a Bad Gyal, se alegra de que ciertas tradiciones, mal para los hosteleros, nunca se pierdan.

“Vamos al paki sobre las 22 y cogemos un montón de latas. Las llevamos en el bolso toda la noche y vamos dando vueltas por ahí. A veces acabas en el Apolo o en algún piso. Está todo muy caro, si te sientas en una terraza te la clavan. O si no nos vamos de expos: ¡birra gratis!”, sonríe.

La Barcelona oficial no quiere saber nada de samosas grasientas, de peluquerías dominicanas, de fantasear con meterle autotune a Bambino. La ciudad está casi igual de lejos de Kingston que de Nueva York, pero ssshhh.

Bad Gyal lo tiene claro: “Aquí el rollo caliente nos pega, ¿no?”

“Mucha gente cree que salir de fiesta es solo para pasar el rato, y no”, continúa. “Para mi ir a una fiesta de dancehall es como mi gym de la semana. Pruebo pasos, bailo. Y yo creo que eso es arte”.

“A veces necesitas pasártelo bien para hacer algo que valga la pena”, resume.

Publicado originalmente en PlayGround el 24 de mayo de 2016

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Written by Ignacio Pato

Política. Periodismo. Cultura Popular.

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