Pilota valenciana: el trinquet y la palabra

Ignacio Pato
6 min readJul 31, 2021
Francesc Cabanes Pastor, El Genovés, fotografiado por Ismael Latorre Mendoza el 26 de junio de 1984. Licencia CC BY-SA 3.0 Arxiu Ismael Latorre Mendoza

Pepe el Carinyo y la espantada de la burguesía

Cuentan de Pepe el Carinyo, el último maquis valenciano, que su máxima era no mancharse nunca las manos de sangre. Cuentan también que esa ética, tras años jugando al gato y al ratón con la guardia civil franquista — que lo acabó fusilando con poco más de 40 — , le venía de serie. Al fin y al cabo era uno de los mejores jugadores de pilota valenciana.

¿Pilota? ¿Valenciana? ¿Qué es y qué esconde un deporte que traza una línea directa entre el siglo XIII y Twitter, entre la guerra civil y el trap?

Pocos juegos tienen una intrahistoria política tan rica como la pilota. Sus primeras noticias son a través de los caballeros de Jaime I de Aragón. Nacida al calor del jeu de paume francés — un ancestro del tenis en el que había pasar la pelota por encima de una red con la mano desnuda — , su origen aristocrático medieval se iba a mezclar con una aceptación popular que incomodaba al poder. Este intentaría preservar su espacio privilegiado mediante un bando municipal en el que en 1391 se prohibía jugar a pilota en las calles de Valencia por convertir a estas en escenario de “blasfemias contra Dios y los santos”.

La prohibición acabaría cayendo y la pilota se jugaría hasta el siglo XX tanto en la calle como en su espacio ad hoc, el trinquet. “Al contrario que en Euskadi, aquí la burguesía local dio la espalda a la pelota”, señala el sociólogo Víctor Agulló. El trinquet se iba a convertir en el ágora popular valenciano.

“La pilota está ligada a las comarcas y la cultura agrícola del país”, señala el periodista y escritor Toni Mollà. “Los grandes trinquets están ligados a los mercados tradicionales. En Borriana la partida es el lunes porque es el día del mercado de la naranja”.

Convertida en el deporte rey en Valencia durante el primer tercio del siglo XX, el golpe de estado también fue contra la pilota. “Las élites franquistas identifican la pilota con el pueblo rudo, con gente pueblerina, con labradores que blasfeman. Se le suma que habían llegado deportes de origen anglosajón y estos se perciban como más modernos por parte de unas clases que miraban más hacia Madrid que al campo”, dice Agulló.

El caso de Pepe el Carinyo no era único, el mundo de la pilota se había identificado en su mayoría con el bando republicano. A pesar del paroxismo que alcanza la represión franquista cambiando la denominación del equipo de color rojo por el de ‘los encarnados’, los trinquets iban a resistir la dictadura como un espacio público de parla valencià en tiempos de prohibición.

La pilota ha dejado expresiones usadas transversalmente como va de bo, para referirse a ir en serio con algo. Tal como afirma Agulló, “es la lengua vehicular de este deporte. Hay muchos jugadores castellanoparlantes, pero cambian de registro cuando entran en el trinquet”. Y en eso llegó Genovés.

Genovés, el fantasma y la catedral

Paco Cabanes, conocido como Genovés por el nombre del pueblo cercano a Xàtiva del que procede, no solo fue entre mediados de los 70 y mediados de los 90 el Maradona del trinquet — “era tan bueno que le prohibían jugadas para que no sacara aun más ventaja, como pegarla por arriba”, cuenta su biógrafo Mollà — , también su carisma repopularizó el deporte.

Genovés, además, es quizá el único símbolo de consenso político en Valencia. Mollà es categórico. “En un lugar en el que se discute tanto incluso que seamos un país, un reino o una comunidad, donde se habla del catalán, valenciano o castellano, a Genovés no se le discute. Yo siempre digo que la Generalitat tendría que sustituir la bandera por su cara. Es un elemento de vertebración civil”.

No bastó el principio de su época dorada, acabada la dictadura, para conseguir apoyo institucional. “Los yuppies que gobernaron en la época del PSOE preferían ir al palco de Mestalla que apoyar un deporte que para ellos seguramente seguía siendo pueblerino”, critica Mollà. Pasó el tiempo, Genovés se retiró y la RTV pública, que cubría partidas, cerró ahogada entre deudas políticas y despidos ilegales.

La Generalitat de Eduardo Zaplana se gastó 11 millones de euros en construir La Ciutat de la Pilota. Hoy es un vestigio más de la megalomanía de aquella política local, fuera del entorno urbano, inacabado, fantasmagórico y cerrado por carecer de licencia de espectáculos.

Por contra, la nueva lucha política de la pilota es la gestión del trinquet de Pelayo. Conocido como “la catedral de l’escala i corda”, este recinto de 1868 está en el centro de Valencia y el gobierno planea recuperarlo de su actual propiedad privada el año que viene.

Pero en el Pelayo no solo se juega a pilota. Allí el grupo Orxata grabó su vídeo Colp a colp. Golpe a golpe, tal y como una nueva generación reivindica la pilota como elemento identitario de primer nivel.

Comunicar la pilota

En el círculo social de Helena Malonda, profesora treintañera y perteneciente a una de las grandes sagas de pilotaires, hay mucha gente de su edad, alrededor de 30 años, que no ha pisado un trinquet en su vida. “Si no eres de un pueblo como el mío, Oliva, es difícil”, dice.

Para Malonda es básico “comunicar la pilota”. En su cuenta de Twitter, anuncia partidas a las que se ofrece como guía. “La gente responde. Del tuit al trinquet hay un paso”, asegura. “El folclore en el estado español ha estado siempre asociado a lo arcaizante, al inmovilismo. A los coros y danzas franquistas”.

“Dentro del trinquete nunca veremos a una mujer. La mujer en casa, con los críos, limpiando mocos, etcétera. El hombre no la lleva y la mujer nada dice de ir”, escribía hace casi medio siglo Jorge Cela, hermano de Camilo José. “Siempre hemos sido las madres, las hijas o las sobrinas, pero ahora estamos tomando el rol de protagonista”, señala Malonda. “Están saliendo jugadoras. Muchas decimos ‘anda, se podía jugar’, aunque es cierto que en el trinquet predominan las voces masculinas”.

El debate actual de la pilota bascula entre su vertiente cultural y la económica. “La parte profesional está amenazada de muerte. Ha estado durante mucho tiempo reducida a un negocio familiar, ha sido incapaz de salir del trinquet, incapaz de conformar un producto”, afirma Ricard Sentandreu, vigente campeón de la liga en modalidad de raspall por equipos y uno de los 30 profesionales que existen.

Muchos no llegan al salario mínimo interprofesional. “Los jugadores siempre cobraron por partidas, han sido jornaleros en ese sentido”, indica Sentandreu. El actual modelo profesional ha fracasado. “Hace 25 años Genovés cobró 1 millón de pesetas por ganar su última final y ahora Puchol, ganando la misma competición, ha ganado 3.000 euros. Eso es un indicador negativo”, interviene Mollà.

Para Sentandreu, que también coordina pilotaveu.com, el único diario digital de pilota, es crucial que entre en escuelas y universidades. La Generalitat, en la que ya hay un Coordinador de Pilota, ha dado luz verde a la creación de la primera cátedra universitaria de este deporte. La comunicación de la pilota, de nuevo, en el centro del debate.

“Creo que tiene que ver con nuestra idiosincrasia”, apunta Agulló. “Todo el mundo sabe que el whisky es escocés pero, ¿cuánta gente de otros países sabe que la paella es valenciana?”.

La palabra es fundamental. Manda en las travesses, las apuestas en vivo. Los puntos no se discuten. Todos miran al jugador implicado y él reconoce cómo ha sido la jugada. El tercer tiempo de confraternización en el bar con los rivales, asociado al rugby, es esencia de siglos en la pilota.

“Si esto tuviera otro origen”, remata Agulló, “ya se habrían hecho 87 series”.

[Artículo originalmente publicado el 18 de noviembre de 2016 en PlayGround Mag]

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Written by Ignacio Pato

Política. Periodismo. Cultura Popular.

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