Un tutorial para quererse

Un chico y una chica ven Tristana en un móvil. Dentro del bar hace más calor que en la calle y vale con pedir un cortado entre los dos. Abrazados, arrecíos de frío, alternan los sorbos con cuidado de que dure. Dudo que tiemblen solo a causa del invierno. Él mueve la pierna como la mueve un batería contra el bombo, talón al aire, como quizá la movería él mismo hace años yendo al instituto con los auriculares puestos. Solo que aquí de su móvil no sale sonido alguno que pueda con la voz que desde un televisor lanza recomendaciones, consejos, pautas. Un tutorial para quererse. Con tanta vida vulnerable, abandonada, empujada al desempleo o sobrecargada de trabajo, sumida en el desasosiego, perdida, la mera sugerencia institucional, desde arriba hacia abajo, se parece demasiado a liberalizar el sufrimiento, a un “allá penas”. Allegados, maleta, estación, ¿podrás venir a buscarme?, eres lo primero que quiero ver en cuanto llegue a Madrid y lo segundo que voy a ver después del enorme anuncio de Sanitas que cubre el pasillo mecanizado por el que me acerco. La duda nos debe una. Ya ves que si nos la debe, la duda y quienes se atreven a poner a competir el cariño, a medirnos los afectos. Pero cómo que no vas a ir. Pero cómo vas a venir. Malas hijas, malos nietos. Ya verás las fotos y te dará cosa no haber venido, no las colgaremos porque seremos más, aunque qué narices, poderse se puede, porque nadie manda en nosotros. Al chico y la chica les salta en YouTube el anuncio de un champú que garantiza que nadie manda en tus rizos.